Año récord para Buff en el ejercicio fiscal de 2020. El grupo, que cerró su ejercicio en marzo, ha superado las previsiones iniciales y ha cerrado el año con una facturación de 85 millones de euros, un 63% más que el año anterior, según ha informado en un comunicado. Las últimas semanas fueron claves, ya que hasta entonces las estimaciones se situaban en 75 millones de euros.
El repunte ha sido tan elevado que la compañía no confía en poder mantener la misma cuota de negocio en el ejercicio 2021. Para este año el objetivo es superar los 70 millones de euros de facturación, lo que supondría una caída del 17,6% interanual. Ahora bien, comparado con 2019, el último año prepandemia, Buff se anotaría un crecimiento del 35%.
La compañía, propiedad de la familia Rojas Vives, exporta el 95% de su producción a más de 65 países y cuenta con filiales en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Alemania. El 5% que se vende en España ha supuesto unos ingresos de 4,8 millones en 2020.
Las dos palancas para impulsar la facturación ha sido su entrada en el negocio de las mascarillas y su avance en Norteamérica. Su acuerdo con el gigante Dick’s Sporting Goods ha sido clave, pues hasta ahora solo comercializaba la línea de pesca de Buff, y no la outdoor.
De cara a 2021 la empresa también ha aprobado un plan para ampliar su cuartel general, aunque la inversión y la superficie se concretarán una vez se cierre el actual ejercicio fiscal y se realicen las previsiones para 2021-2022. La previsión era invertir en torno a dos millones de euros, y otros 400.000 euros en una planta fotovoltaica para instalar paneles en todas sus instalaciones de Igualada (Barcelona).
El 40% de su negocio procede actualmente del multimarca, y otro 40% lo aportan los distribuidores internacionales de Buff, mientras que el 20% restante se deriva del ecommerce, que se ha disparado un 150% este año, tanto a través de su propia web, como de terceros. La red de tiendas propias es la opción menos explotada por la empresa, que tiene menos de una decena en España entre Barcelona, San Sebastián y Andorra, ejes clave en la práctica de los deportes de nieve, y suele apostar por los formatos pop-up en la temporada de invierno.