El deporte ha pasado de ser una actividad a constituirse como una parte más del sistema institucional y su reto ahora es ganar más protagonismo en la agenda política y ciudadana.
El cambio ha sido y es la constante de nuestro modelo de sociedad. El número de estos cambios y el tiempo en el que se han materializado los mismos, es lo ha determinado la dureza o capacidad para asumirlos, y como consecuencia, lo que ha marcado lo que hemos denominado potencial de progreso de cada etapa de nuestra sociedad.
Una de esas líneas de cambio, especialmente en las sociedades desarrolladas, lo ha protagonizado la actividad física.
Comenzó siendo una conducta inherente al hombre relacionada con necesidades fisiológicas, psicológicas e incluso utilitarias. Su primer gran impulso de transformación fue su desarrollo y evolución como deporte y su aportación a la capacidad del hombre para idear (el famoso "Mens sana in corpore sano"), la aparición de los Juegos Olímpicos, la complejidad de normas y reglamentos, la necesidad de organización, estructuración, gestión, etc. y su progresivo protagonismo en la sociedad. No debemos olvidar que los conflictos de ese protagonismo creciente ha provocado que, en algunos asuntos, haya sido necesario su institucionalización.
Para decirlo de otro modo, el deporte pasó de ser una actividad más o menos libre, a constituirse como una parte más del sistema institucional, perfectamente reglamentado y controlado por organismos oficiales y para oficiales: clubes, asociaciones, federaciones, etc… Afortunadamente, ahora tenemos que sumar un progresivo aumento de su protagonismo en la agenda vital de la mayoría de la ciudadanía.
Todo esto se entrelaza con algunos otros cambios de la sociedad, como es el aspecto competitivo. El resultado ha pasado a ser el elemento principal y más importante. Y esto es así tanto para los que practican, como para lo consumen como producto de entretenimiento.
Cuando el ganar está por encima de todo, a veces sin importar cómo, y ese afán de victoria se manifiesta abiertamente en casi todo lo que rodea al deporte, en realidad se está produciendo un comportamiento mimético con una de las características dominantes de las sociedad actual: la competitividad desmedida.
Para confirmar esto solo tenemos que observar con una cierta distancia identitaria y con espíritu de análisis detallado cualquiera de las grandes competiciones deportivas de élite. Y sentiremos cómo entre unos y otros las hacemos transcendentes, tanto que, superando el ámbito deportivo, se instalan y consumen tiempo y protagonismo con asuntos verdaderamente importantes para la sociedad.
Siendo esto así, que el deporte en su crecimiento se ha impregnado de tendencias algunas buenas y otras al menos cuestionables, si nos centramos en nuestro país y en lo que tenemos por delante, el deporte tiene la obligación, la responsabilidad y la oportunidad de afrontar una serie de retos que ya estaban en el imaginario colectivo, pero que la pandemia los ha puesto en la lista de prioridades y próximos pasos.
Por tanto, han pasado de ser destellos de supuesta modernidad en un pequeño apartado de los discursos públicos, a formar parte de la línea estructural que garantice la viabilidad de cualquier organización pequeña o grande, pública o privada relacionada con el sector deportivo.
Me refiero a los programas de igualdad, digitalización y transformación ecológica. Y no nos justifiquemos con el tamaño, con el objetivo fundacional, con el perfil de nuestra organización o con el vecino de enfrente, en estas materias todos tenemos un papel y no existe gesto pequeño.
Estas son las tres grandes tendencias que van a reformular el futuro de nuestro país, nuestro entorno de referencia y, en general, la sociedad desarrollada. No asumir esta nueva realidad puede dejarnos tan fuera de lugar, como sucedió hace algunos años, acuando algunas actores de este sector o relacionados con el mismo, no entendía que el papel que él a mayoría de los casos tiene la actividad física y la práctica deportiva, como un indicador de bienestar salud y dé igualdad en la sociedad.
Estamos ante un reto global tan nuevo cómo trascendental y el deporte debe asumir su protagonismo contribuyendo a construir una sociedad que es capaz de manejar más información de manera responsable, aumentando y extendiendo los servicios, mejorando la experiencia y ayudando a la formación de una ciudadanía más sostenible y solidaria.
Estamos ante nuestra mas importante competición garantizar el futuro. Y en esta, por el bien de los ciudadanos, por su salud, sí conviene salir victoriosos.