En el contexto de un estadio, la euforia colectiva ayuda a reducir la inhibición personal y desata comportamientos que, de otro modo, serían socialmente inaceptables. Ahí, las acciones violentas pueden ser percibidas como válidas o incluso admiradas.

Desafortunadamente, no aprendemos. Y los espectáculos deportivos, especialmente en eventos de gran magnitud como el fútbol, a menudo se convierten en escenarios donde se manifiestan conductas violentas y xenófobas. Este fenómeno es, sin lugar a dudas, cuando menos muy complejo y multifacético, y puede atribuirse a diversos factores socioculturales, psicológicos y ambientales. Pero no por ello debemos de dejar de trabajar en su erradicación.
 
Uno de los elementos clave que subyacen en la violencia en los deportes es la fuerte conexión emocional que los aficionados desarrollan con sus equipos. Este sentido de pertenencia, muy mal interpretado en ocasiones, crea una identidad de grupo que puede llevar a algunos individuos a considerar a los seguidores de equipos rivales como enemigos. Esta dinámica propicia y activa la violencia, ya que como ha demostrado la especie humana en demasiadas ocasiones, la defensa de la identidad grupal puede llevar a comportamientos profundamente agresivos.
 
Una cuestión que no podemos olvidar es la psicología de las multitudes, que desempeña un papel crucial si queremos buscar algún atenuante al problema. En el contexto de un estadio, la euforia colectiva ayuda a reducir la inhibición personal y desata comportamientos que, de otro modo, serían socialmente inaceptables. En este entorno, las acciones violentas pueden ser percibidas como válidas o incluso estúpidamente admiradas. Y lo que resulta aún más doloroso: utilizadas por terceros de manera torticera, lo que exacerba la agresión.
 
La percepción de que las consecuencias para el comportamiento violento, si las hubiere, serán de tenor menor, también puede influir en que se multipliquen estos comportamientos. Cuando los aficionados sienten que sus entidades o las autoridades no podrán o no estarán dispuestas a intervenir de forma contundente, es más probable que actúen de manera violenta. Y como hemos visto de forma muy reciente y continuada, los actos de vandalismo, peleas y, en casos extremos, agresiones físicas forman parte de la desafortunada actualidad informativa.

 

Uno de los elementos clave que subyacen en la violencia en los deportes es la fuerte conexión emocional que los aficionados desarrollan con sus equipos


 
La xenofobia en el deporte a menudo se alimenta de estereotipos culturales negativos. Las rivalidades entre equipos, especialmente en contextos de máxima competitividad, pueden intensificar los sentimientos de hostilidad hacia personas de otras nacionalidades o culturas. Esta hostilidad, que vemos manifestarse con frecuencia en forma de cánticos, gestos y otras expresiones, alimentan un ambiente de discriminación, que, con relativa facilidad, se transforman en odio, canalizando todo tipo de frustraciones.
 
Y es aquí donde los medios de comunicación pueden ayudar, desempeñando un papel significativo en la construcción de narrativas en torno a eventos deportivos. La cobertura sensacionalista de la violencia en el deporte puede normalizar este comportamiento. Sinceramente, es en este ámbito donde debe haber un gran compromiso de todos los actores que inciden en este fenómeno, si bien los grandes grupos de comunicación, con todas sus herramientas y plataformas, pueden luchar para no contribuir en la creación de un ciclo en el que la violencia se convierte en parte de la cultura del espectáculo deportivo. Como referencia de donde estamos, un estudio elaborado en 2020 por el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud de la FAD muestra que un 25% de los jóvenes españoles entre 15 y 29 años comparten postulados racistas. El 40% de ellos señala que la falta de adaptación de las personas inmigrantes es la raíz de los discursos racistas, culpabilizando y responsabilizando así a las minorías. Es algo sobre lo que deberíamos reflexionar todos, pero también quienes entendemos el deporte como una herramienta de construcción social y valores.
 
La violencia y la xenofobia en los espectáculos deportivos son fenómenos nada sencillos de erradicar, que además requieren un enfoque multidimensional como sucede en el resto de la sociedad. Para abordar estos problemas es esencial promover una evolución en la cultura del deporte, incentivando de forma prioritaria la inclusión y el respeto entre los aficionados. Las intervenciones educativas, el diálogo entre comunidades deportivas y una mayor supervisión por parte de los que tengan alguna responsabilidad son pasos cruciales para fomentar un contexto en el que el deporte sea un vehículo de convivencia y armonía para la sociedad.
 
No está de más recordar la frase de un gran líder social, que luchó toda su vida contra la xenofobia y la violencia. Este gran estadista supo ver en el deporte su papel transformador y curativo: "La diversidad étnica no debe convertirse en un peligro con el que perforar nuestros corazones". Lo dijo Nelson Mandela, y no debemos olvidar el gran trabajo que realizó. Porque, como no se cansó de repetir, "el deporte tiene la fuerza para cambiar el mundo".

 

Alfonso Arroyo es director general de la plataforma España Deporte y adjunto a la presidencia de GO fit.