Estamos asistiendo a una transformación social acelerada que dará origen a nuevas dinámicas y hábitos sociales y que, cómo no, generará cambios profundos en el entorno construido alrededor del sector deportivo.
Esta pandemia se está configurando como un antes y un después en nuestra sociedad. Estamos asistiendo a una transformación social acelerada que dará origen a nuevas dinámicas y hábitos sociales y que, cómo no, generará cambios profundos en el entorno construido alrededor del sector deportivo. La salud se consolida como una cuestión central en nuestra sociedad y el deporte y el ejercicio físico se reafirman como el tratamiento más eficaz y eficiente para su promoción o recuperación. Las transformaciones que trae consigo la actual situación abren la puerta a la innovación y a las oportunidades para aquellos que sean capaces de leer con claridad la sociedad que viene, pero también supondrá, como ya se está comprobando, la obsolescencia anticipada de muchos proyectos e iniciativas empresariales.
Tener una visión amplia y coherente determina el diseño de la estrategia y su correspondiente gestión. La impostura como método de supervivencia nunca fue válida, pero en un mundo donde el reconocimiento y la capacidad de generar complicidad con los clientes es la única ventaja competitiva realmente sostenible, el tacticismo de negar el cambio sólo alarga la agonía. La humildad de repensarnos y de aprender a conocer de nuevo a nuestros clientes y a nuestra sociedad, de resituarnos ante los cambios y visualizar el valor que tenemos como ecosistema deportivo es el único camino de éxito. Ya decían nuestros mayores “paso corto y mirada larga”, siendo capaces de adaptarnos a un contexto difícil, de una gran incertidumbre y constantes cambios, pero, al mismo tiempo, tomando decisiones estratégicas que nos permitan situarnos con fortaleza en el futuro todavía por escribir.
En esa dirección convendría reflexionar cual es la razón por la que la industria y el ecosistema deportivo todavía no han interiorizado que, para visualizar su importancia y su influencia en el presente y futuro de la sociedad, tiene que conseguir formar parte de las tareas irrenunciables de la agenda vital de la ciudadanía. La Universidad de Sheffield Hallam, este mismo año, ha vuelto a certificar el valor social y económico del deporte y la actividad física. A partir de su investigación centrada en el impacto generado en la sociedad inglesa, se concluye que por cada euro invertido en deportes comunitarios y actividad física se multiplica por cuatro su retorno en forma de salud, bienestar, fortalecimiento de las comunidades y actividad económica. Se acumulan las evidencias y se acrecienta la necesidad: es hora de que como ecosistema del deporte asumamos el perímetro total del papel que tenemos en la generación de una sociedad más saludable, más justa y capaz.
Para finalizar quisiera remarcar que un proyecto de empresa en el sector deportivo que quiera sobrevivir en el tiempo, hoy más que nunca, dependerá de una gestión de su equipo donde el foco se sitúe en el crecimiento personal de cada miembro. La capacidad que tengamos de ofrecer seguridad y esperanza, de cuidar, de generar dinámicas creativas en cada puesto de trabajo, de avanzar y promocionar, serán la clave de una la gestión exitosa, donde el potencial de empatía es el pilar fundamental. De forma ineludible en este desarrollo individual y profesional, así como para la creación de ambientes de trabajo sanos y saludables, debemos colocar el ejercicio físico y el deporte en la cotidianidad de nuestra organización como un valor esencial.
Se acumulan las evidencias al respecto. Algunas de las más recientes, publicadas en The Lancet Psychiatry, Journal of Sport and Health Science o en el EJMS, nos hablan de la existencia de entornos laborales cada vez más sedentarios y cómo esto influye negativamente en el bienestar de los empleados y su desarrollo personal y profesional. Al mismo tiempo, estas investigaciones verifican el impacto positivo del ejercicio físico en la satisfacción en el trabajo, la motivación, las menores tasas de depresión y absentismo y el mayor rendimiento de la organización. Se contrasta, por tanto, que la productividad y el bienestar aumenta con la mejora de la fuerza muscular y la disminución del índice de masa corporal, al mismo tiempo que aumenta la competitividad de las organizaciones.
Por todo ello, como síntesis y anclaje de nuestro compromiso en nuestro trabajo diario, así como motor de la reconfiguración del sector deportivo, debemos tener presente que solo una sociedad activa puede ser sostenible.