En 2022, el FMI prevé que la economía global crezca un 4,9%. En ese contexto, la industria del deporte debe consolidar tanto su futuro como su expansión.
Como suele suceder cada año, en las últimas semanas de diciembre suelen publicarse diferentes informes que intentan anticipar cuál será el desarrollo económico del próximo ejercicio. Si bien estos informes tienen una cierta base pseudocientífica, tanto por su metodología, como por la lectura de sus resultados ligada a la proyección de variables acumuladas en el tiempo, suelen están trufadas de una cierta intencionalidad: hacen un diagnóstico sometido a demasiadas variables y a no menos voluntades.
En cualquier caso, en este nuevo año se anticipa un paso más en un período de crecimiento muy condicionado tanto por la inflación, que lejos de remitir amenaza con persistir durante el 2022, como por el impacto que la nueva variante de la Covid, u otras que aparezcan, produzcan tanto en los aspectos estructurales tales como el desabastecimiento o la capacidad productiva, o bien en el entorno de confianza de la sociedad de consumo. En consecuencia, el próximo año se espera que el mundo regrese a cifras de crecimiento más moderados dados los factores comentados, al que debemos sumarle el cambio en la política monetaria de los grandes bancos centrales, que puede limitar en gran medida este dinamismo.
Según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), siempre sometidas a oscilaciones y ajustes, la economía mundial presentaría un crecimiento en su conjunto de 4,9%, mientras que grandes naciones como Estados Unidos (5,2%), China (5,6%), Alemania (4,6%), Reino Unido (5%) o Japón (3,2%) si bien seguirían con un buen comportamiento, avanzarán menos que en 2021.
La industria del deporte debe consolidar tanto su futuro, como su expansión
En ese contexto, la industria del deporte debe consolidar tanto su futuro, como su expansión. Y sólo podrá ser posible saliendo de la zona de confort. Cuestión que también sucede en la mayoría de las industrias que todavía están en el principio de su gran transformación. Además, debemos sumar la revolución digital. Por tanto, no miremos a otro lado: seamos conscientes o no, estamos en el proceso de asumir la transformación/revolución en la formulación de nuestros productos y servicios. Y al mismo, tenemos que construir un nuevo sistema de relación con los clientes.
En este escenario imposible de obviar, las organizaciones del sector deportivo deben replantearse sus prácticas de gestión y cómo están organizadas. Hay que adaptarse a nuevas reglas para seguir siendo competitivas. Eso sí, siendo conscientes que disponemos de nuevas herramientas como son el uso de tecnologías personalizadas, el trabajo 24/7 en redes sociales, segmentar nuestra audiencia o trabajar de forma omnicanal. Son y serán elementos clave, aunque no suficientes. Para avanzar en una nueva configuración de la industria y resultar creíbles, debemos poner en primer plano nuestros proyectos, nuestros propósitos.
Esta aspiración por crecer es la que siempre nos impulsó a estar en la primera división de las industrias, y por fin la evidencia de formar parte de la agenda vital de la ciudadanía nos pone en el trampolín. Todos aquellos que no asuman las condiciones de competir en un nuevo entorno y no vean las consecuencias de no responder a las exigencias que conllevan cuestiones como el incluir la innovación y la adaptación continua al cambio como herramientas básicas de trabajo, simplemente antes o después desaparecerán. Y no terminan en ese punto los efectos, como sucede en cualquier sector en consolidación: si no adquirimos suficiente masa crítica para influir en la toma de decisiones y en los indicadores que se tienen en consideración cuando se estructuran una ciudad una región o un país, seguiremos sufriendo la incomprensión de la distancia de los centros de decisión. La diferencia es que en esta ocasión tuvimos la oportunidad, pero el miedo y la comodidad nos impidieron coger el tren.