Sin público en las gradas, sólo los grandes del fútbol europeo se juegan 1.500 millones de euros de su negocio en 2021. Con esa astronómica cifra, resulta sencillo imaginar el roto que está suponiendo para el tejido deportivo globa el cierre de los recintos deportivos a causa de la Covid-19. La pandemia puso el candado a los estadios en 2020, permitiendo que las competiciones acabaran el curso. Ahora, en 2021, la industria del deporte está luchando por seguir la senda de celebrar eventos freeCovid, pero ya sí con público en las gradas. Los dos primeros grandes torneos que han permitido la entrada de aficionados han sido el Open de Australia (30.000 por jornada) y la Super Bowl (22.000). ¿Cómo han trabajado la seguridad sanitaria? ¿Su ejemplo es replicable en España?
Igual que el confinamiento ha convertido al streaming en una palabra de dominio público, la pandemia podría generar un nuevo vocablo: pasaporte de vacunas. El propio The New York Times habla de ello en un reportaje en el que se recoge la intención de varios agentes de poder de la sociedad, principalmente, gobiernos y grandes aerolíneas, que están analizando la posibilidad de introducir este certificado en el libro de vacunación con la intención de hacerlo digital para su presentación rápida y sencilla. Lógicamente, las tecnológicas ya se frotan las manos con el posible encargo masivo. IBM ya ha comenzado a desarrollar su propio digital health pass (certificado sanitario digital), con el que la ciudadanía podría obtener el acceso a lugares públicos, de la misma forma que se presenta un DNI para demostrar tu mayoría de edad.
Por el momento, los avances son ideas más que realidades, pero el sector ya vislumbra que este tipo de documento llegará más pronto que tarde a la industria del deporte. En Girona, la ciudad se está preparando para poner en marcha el AOKpass, una plataforma y aplicación móvil que, gracias a la tecnología blockchain, aspira a convertirse en una prueba piloto para la vuelta del público a los estadios y demás recintos deportivos, y de otra índole, próximamente. En este proyecto están inmersos, entre otros, el Girona FC. En alianza con LaLiga, el club catalán presentará el proyecto Abrir Girona ante el Consejo Superior de Deportes (CSD).
En este aspecto, cabe recordar que la no apertura de los estadios en todo 2020-2021, tal y como adelantó 2Playbook, generará un ajuste extra de 285 millones de euros para los clubes de LaLiga, que deberán rehacer sus presupuestos contando que no haya ingresos por taquilla y abonos. Algunos equipos esperaban obtener más de diez millones por esta vía en 2020-2021.
La diligencia con la que ha trabajado el fútbol profesional contrasta con las idas y venidas que han trabajado los clubes más modestos, más necesitados del dinero generado por el ticketing, poco antes de la llegada de la tercera ola tras las Navidades. Hasta entonces, fue habitual ver público en los partidos de Copa del Rey que enfrentaron a equipos de Segunda B y Tercera División con conjuntos de LaLiga Santander y LaLiga SmartBank.
IBM ya desarrolla su propio certificado sanitario digital, mientras el Girona FC trabaja en un proyecto piloto para la vuelta del público
Una situación que también se repitió tras el verano en otras como la Liga Sacyr Asobal de balonmano, que fue pionera en la vuelta de público con estrictas medidas de seguridad y monitoreo de los aficionados. Sin embargo, el cierre forzoso exigido por las comunidades autónomas ha complicado las finanzas de estos equipos, que han solicitado un plan de rescate al CSD.
¿El pasaporte de vacunas generará discriminación?
Una de las grandes incógnitas -y temores- que genera la idea de implementar un pasaporte de vacunas para la vuelta de los aficionados a los recintos deportivos se sitúa en la discriminación que puede acabar generando para aquellas personas que aún no hayan podido ser vacunadas.
A medida que avancen estas aplicaciones sanitarias, las opciones de que los estadios se abran ganarán enteros. Pero, entonces, ¿quiénes podrán entrar? A la Super Bowl, celebrada el pasado domingo, acudieron 25.000 personas. Apenas un tercio de la capacidad total del recinto.
Pues bien, casi una tercera parte de esos asistentes fueron sanitarios. Se hizo viral previamente la oferta de la NFL a la comunidad sanitaria de Tampa, ciudad sede de la final, para que 7.500 de ellos acudieran gratuitamente al estadio de los Buccaneers. No fue tan reproducido que buena parte de esos sanitarios ya estaban vacunados.
A médicos, enfermeros, celadores y resto de asistentes a la final se les proporcionó un kit antiCovid que consistió en una mascarilla (de uso obligatorio durante el partido), un gel de manos y un protocolo impreso para lectura y cumplimiento de los asistentes. Con seguir las medidas impuestas, bastaba.
En Australia, por su parte, las restricciones son para los deportistas. Todos los tenistas que han aterrizado en Melbourne para el primer Grand Slam de la temporada han tenido que presentar un test negativo previamente a embarcar rumbo al país oceánico. Ya allí, los quince días de aislamiento lo han tenido que cumplir todos, desde Rafa Nadal hasta el novato Carlos Alcaraz.
En el Open de Australia, las restricciones son para los tenistas, no para los aficionados, favorecidos por la baja incidencia de casos en Melbourne
El Gobierno australiano ha preparado un protocolo que los tenistas han considerado como “muy estricto”. Más allá de la cuarentena y los test PCR negativos, los atletas deben cumplir con medidas que limitan notablemente sus movimientos y planes de entrenamiento durante el torneo.
Para que los aficionados al tenis puedan disfrutar de vivir el evento en directo, los promotores del Open de Australia han habilitado dos hoteles completos para todos los deportistas y su staff. Dos establecimientos que se han visto beneficiados del motín organizado por los vecinos del Westin Melbourne, un hotel de referencia del torneo y que iba a ser utilizado como espacio burbuja. Sin embargo, alentado por los más veteranos del barrio, el vecindario acabó obligando a las autoridades a cambiar de idea.
Cabe destacar en este sentido que, a menos de una semana del arranque del torneo, en todo el estado de Victoria, donde se sitúa Melbourne, no se habían registrado nuevos positivos por Covid-19 en más de 20 días. Esto posibilita ver las gradas huérfanas de mascarillas -no son obligatorias- y a tenistas firmando autógrafos, algo impensable en este otro lado del planeta.
Mientras, los tenistas sólo pueden salir cinco horas al día del hotel para entrenar, y, en el camino a Melbourne Park -donde se disputa el torneo-, la policía escolta con sus coches a las expediciones de deportistas con el objetivo de que cumplan con el plan de viaje preestablecido. En caso de que alguno de los tenistas o técnicos participantes se saltara este protocolo, el Open de Australia ha elaborado una lista de sanciones, que van desde una multa económica hasta la exclusión del torneo. Pero el Gobierno de Australia va más allá: en caso de infracción muy grave del protocolo, el Ejecutivo ha asegurado que no le temblará el pulso para indicar una deportación inmediata del atleta a su país de origen. Medidas severas y deportistas encerrados para que el deporte se abra de nuevo al público y al negocio del matchday.
¿Y Tokio 2020?
Pero si hay un evento deportivo que acaparará todos los flashes este 2021 ese es Tokio 2020. Con un retraso de 365 días, los Juegos Olímpicos siguen a la espera de saber si serán sonoros o prácticamente mudos. Por el momento, el Comité Olímpico Internacional (COI) no ha querido pronunciarse al respecto, centrándose por el momento en reiterar su compromiso con que la cita olímpica se celebrará este verano. “Hay un 100% de seguridad”, ha llegado a decir Thomas Bach, presidente del COI. Lo que ya se conoce es que, de celebrarse sin público el evento, la economía japonesa dejará de facturar 19.000 millones de euros.
En España, Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE), sí que ha deslizado que las medidas de control serán notables: “Para evitar grandes aglomeraciones en la Villa Olímpica se va a pedir a los deportistas que viajen a Tokio como muy pronto cinco días antes de su competición y que se vuelvan a casa dos días después a más tardar”.