El fantasma de la recesión vuelve a planear sobre las economías mundiales y la industria del deporte no es ajena a ese temor. El alza de precios impacta de lleno en el poder adquisitivo de las familias, y las más vulnerables se ven obligadas a recortar su gasto en bienes y servicios considerados de segunda o tercera necesidad. Las empresas deportivas asumen que la tormenta perfecta creada por la crisis sanitaria, de suministro y la guerra de Ucrania condicionarán su rentabilidad, pero el sector se resiste a perder clientes pese a la subida de precios.
“La economía se podría ver afectada por su dependencia cíclica por lo que, si Europa comienza a dar síntomas de agotamiento, esto se terminaría trasladando al territorio español. Por tanto, considero que vamos a tener una recesión más brusca que las anteriores, con países ultra endeudados y unos gobiernos que continúan incrementando el gasto, de ahí que el poder adquisitivo de los consumidores descienda considerablemente”, apunta Diego Morín, analista de IG Markets.
¿Estamos ante el inicio de una nueva recesión? Precisamente, el Gobierno ha rebajado su previsión de crecimiento hasta el 2,7% para el próximo año, ocho décimas por debajo de su estimación inicial. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha revisado a la baja este indicador, situándolo en el 2% pese a que todavía lo mantiene por encima de la media de la Zona Euro. Las economías mundiales, también la española, ralentizarán su crecimiento durante el próximo ejercicio. Y todo ello en un contexto de alza en los precios y subidas de los tipos de interés para contener esa inflación y enfriar la economía. Cuanto más vale el dinero más se frena el consumo. ¿Podría verse afectado el deporte? Los expertos apuntan a que no saldrá indemne, aunque se verá menos afectado que otras industrias.
La inflación escaló hasta el 10,2% que alcanzó el pasado junio, el registro más alto de los últimos 37 años. El IPC subyacente (sin incluir el coste de la energía) fue del 5,5%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Los españoles, del mismo modo que en otros países, han visto como sus cestas de la compra han ido encareciéndose al tiempo que los principales organismos reguladores han empeorado sus previsiones sobre la evolución del panorama económico. Los nubarrones de recesión afectan a la confianza del consumidor, que ha perdido más de 30 puntos en un año, situándose en 65,8 puntos, lejos de los 100 puntos que marcan el umbral entre una percepción positiva o negativa. “Se está constatando ya una erosión de la renta bruta disponible de las familias causada por la inflación, y un deterioro en la confianza de los consumidore”, reconoce el último informe de Estabilidad Financiera del Banco de España.
El miedo en el sector es que la situación enfríe la economía y los consumidores contengan el gasto. Pero toda crisis es un punto de inflexión, y la industria tiene oportunidades que aprovechar. “En economía, cuando el precio de un producto crece por encima de la inflación, se observan caídas en las compras. En este caso sucede al revés, y cabe esperar que el volumen de ventas de productos y servicios deportivos no se vea tan afectado como es el caso de otros sectores”, destaca José Manuel Sánchez Santos, profesor de economía en la Universidad de A Coruña. De hecho, la inflación en la categoría de artículos deportivos en junio fue del 1,6%, por el 1,3% en los servicios para la práctica deportiva, como son los gimnasios; más de ocho puntos por debajo del IPC general.
El deporte está resistiendo mejor que otros sectores el alza en los precios y ello, unido a que este gasto en los núcleos familiares sólo supone un 1% del total, provocará que la subida de los precios no se traduzca en una reducción importante del consumo, según los expertos. Pese a que no es un bien de primera necesidad, la práctica deportiva se ha convertido en un elemento fundamental para muchos usuarios por su vinculación con la salud, una situación que se ha visto reforzada tras la pandemia de la Covid-19. Si este sector se posiciona ante la sociedad como salud más allá del entretenimiento, su demanda será más inelástica, como ocurre con la energía o la alimentación.
Entretenimiento vs práctica deportiva
Son pasos adelante que las empresas están procurando dar para reposicionarse y fidelizar y atraer a más clientes. Ello, en un momento en que un 26% de los abonados a un gimnasio en Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España asegura estar dispuesto a darse de baja, según una encuesta de Morgan Stanley. De hecho, un 18% de los usuarios ya habría reducido su gasto en fitness a lo largo del último mes.
Un informe realizado por Kantar revela que “la percepción general para los consumidores es que los gastos convencionales han subido “una barbaridad” y por ello en estos productos y servicios es previsible una contracción del consumo. Por otro lado, la percepción de incremento de precios es menor en el amplio conjunto del ocio “ya que da la impresión de que quienes pueden pagarlos no van a renunciar a esos placeres de ‘recompensa’ tras las restricciones de la Covid-19”.
En ello coincide Sánchez que remarca que el efecto que esta subida de la inflación pueda tener sobre la industria deportiva será menor, ya que incluso en el ámbito del ocio y entretenimiento el deporte es más barato que otras opciones culturales como los viajes o acudir concierto. “El consumidor cambia los hábitos en una situación marcada por la inflación y la incertidumbre, y el deporte no se va a mantener ajeno a ese cambio de hábitos; pero en términos relativos creo que se verá menos afectado, entre otras cosas, porque el porcentaje de gasto en deporte con respecto al gasto total de una familia sigue siendo relativamente reducido”, señala.
Pero, ¿cómo afectará esto a las empresas? Desde el sector del fitness ya han alertado de que si continúa subiendo el coste energético se verán obligados a trasladar parte de este incremento al precio final que paga el consumidor. Eso sí: desde las cadenas de gimnasios son conscientes de que esta subida debe ir acompañada de una mejora en la oferta de los servicios, que permita retener al abonado. En el caso del retail deportivo, ya son varias las marcas que han adelantado que se verán obligadas a subir sus precios ante la escalada de los costes de producción, entre ellas empresas como Ternua.
Al sector de la bicicleta le acompaña un viento de cola favorable por los cambios en los hábitos de movilidad. La industria de la bicicleta en España experimentó un incremento del 10,7%, hasta los 2.888 millones de euros, según un informe de la Asociación de Marcas de Bicicletas de España (Ambe) y Sportpanel. “Soy cautelosamente optimista; la demanda irá al alza, aunque quizá no con crecimientos enormes como los de 2020”, explica Jesús Freire, secretario general de Ambe, en referencia a un año en que la venta de bicicletas se disparó casi un 40%.
España, que entre 2008 y 2015 ya atravesó una dura crisis económica que provocó una caída del 8,6% del poder adquisitivo una vez descontada la inflación, ya ha navegado por este temporal con anterioridad. En ese periodo, el gasto total de cada español en artículos y práctica deportiva se redujo un 7,6%, por el 15,7% de caída que se anotó el gasto medio en ocio, cultura y restauración. El consumo deportivo aguantó bien en tiempos de crisis económica, e incluso creció al calor de los gimnasios low cost. Hoy, esas empresas que ofrecían tarifas a menos de 20 euros al mes ya se sitúan en más de 30 euros. Y casi todas esas cadenas tienen una convicción: la práctica deportiva irá al alza y, esta vez, no será a costa del precio.