Si hay algo que acompaña al deporte como fenómeno social es que, a mayor impacto y grado de profesionalización, mayor es el escrutinio al que organizaciones, federaciones y competiciones son sometidos desde casi todos los ángulos. Esta casuística implica que aquellas conductas contrarias a la ley, o malas praxis sostenidas en el tiempo, puedan tener un impacto negativo en su reputación y en según qué casos incluso en su viabilidad en el largo plazo.
Es en este contexto donde la figura del cumplimiento normativo cobra especial relevancia como garante de las buenas prácticas empresariales, especialmente en un sector -el deportivo- visto siempre desde el escaparate mediático. Este y otros asuntos fueron objeto de análisis durante la última sesión de 2Playbook Class: el papel del compliance en la sostenibilidad del deporte moderno.
En palabras de Félix Plaza, socio del departamento de Derecho Tributario de Garrigues, "el deporte ejemplifica cómo deben ser las cosas en una sociedad, por lo que organizaciones y deportistas deben ser conscientes del impacto de sus acciones”. En este sentido, Javier Ferrero, socio en Senn, Ferrero Asociados Sports & Entertainment, añade que el cumplimiento normativo no es solo una obligación legal, sino que también se relaciona con el buen gobierno de las organizaciones y sus valores éticos: “El deporte tiene valores que deben reflejarse en un código de conducta y servir de ejemplo para otros ámbitos. El deporte debe ser un motor para establecer parámetros de actuación y asegurarse de que las cosas se hacen correctamente”, comenta.
Ambos expertos han subrayado la necesidad de generar una cultura de cumplimiento que esté muy ligada a la ética
Buena gobernanza es uno de los términos a los que más se han referido Ferrero y Plaza durante la charla. Ambos han subrayado la necesidad de generar una cultura de cumplimiento que esté muy ligada a la ética y se implemente a través de protocolos y mecanismos de control en las organizaciones. “Esto genera un nivel de pensamiento diferente en las personas y asegura que se tomen decisiones basadas en el sistema normativo”, explica Javier Ferrero.
Los expertos recuerdan, además, que el entramado normativo es cada vez más amplio y tiene en cuenta más aspectos para garantizar el cumplimiento, empezando por la Ley Orgánica 5/2010, de 22 de junio, que estableció por primera vez la responsabilidad penal de las personas jurídicas; la Ley de Transparencia, o la nueva Ley del Deporte, que establece obligaciones de control en la gestión de las entidades.
De ahí que los riesgos de incumplimiento en el deporte sean comparados en igual medida a los de cualquier otro sector. “Si bien siempre habrá riesgos, tener protocolos de prevención, detección y resolución es esencial”, explica Ferrero. Por su parte, Félix Plaza, añade que “sin procedimientos internos establecidos, operativos y supervisados por independientes, no se elimina la responsabilidad penal”.
El buen gobierno genera marca
Actualmente, la protección de la persona jurídica solo se garantiza a partir del cumplimiento, y en la implementación y supervisión de los procedimientos la responsabilidad recae sobre la figura del compliance officer, la cual ambos expertos encuentran imprescindible por las nuevas obligaciones de buen gobierno. “Tienen que ser independientes y tener medios suficientes”, añade Ferrero.
La inversión en cumplimiento supone un seguro para no sufrir la pérdida de apoyo de patrocinadores por el riesgo reputacional
Pero más allá de ajustarse a la legalidad, para Ferrero y Plaza una cultura de cumplimiento bien integrada también tiene un impacto positivo en la reputación e imagen de marca de una organización. Y eso, en el medio plazo, también convierte la inversión en cumplir la norma en un argumento comercial más. Pero, sobre todo, en un seguro para no sufrir la pérdida del apoyo de los patrocinadores por el riesgo reputacional de asociarse a marcas implicadas en este tipo de causas.
“Se identifican organizaciones por su buen hacer y eso lanza un mensaje muy potente a la sociedad: cuidas a tus trabajadores, tus clientes, tus proveedores… eso fortalece a las empresas”, asegura Plaza. “No solo inviertes en seguridad desde el punto de vista legal, es más los que nos jugamos como marca que la inversión y el trabajo que conlleva”, zanja Ferrero.
Compliance en pymes
Es otro de los aspectos en los que se detuvo esta sesión de 2Playbook Class para dejar claro que el cumplimiento depende más de la voluntad que del tamaño de las entidades. “Las organizaciones de menor tamaño también pueden y deben generar una cultura de cumplimiento y fortalecer sus sistemas de control”, explica Plaza, y añade que “a menudo estas empresas pueden ver el cumplimiento como un gasto, pero se debe considerar como una inversión en seguridad y sostenibilidad a largo plazo”, sostiene Plaza.
Por su parte, Ferrero se muestra partidario de apoyarse en el entorno y explica que cada caso requiere un análisis individualizado y una adaptación gradual, pero que siempre debe comenzar por responder qué tipo de cultura se quiere seguir o qué protocolos son necesarios para esa organización. “Las políticas de cumplimiento se pueden ir adecuando gradualmente a medida que la organización crece y se vuelve más efectiva en su gestión”, asegura el abogado madrileño.
Al mismo tiempo, una buena gobernanza significa también disponer de un contexto de seguridad para los empleados. “Es fundamental contar con un canal de denuncias efectivo, por ejemplo, esto demuestra que la organización tiene un buen sistema de control interno y ayuda a generar cultura de cumplimiento”, indica Plaza. Por su parte, Ferrero añade que “se deben establecer políticas de protección para las personas que denuncian”.
Finalmente, medir y evaluar el cumplimiento normativo es crucial. La normativa establece la obligación de ser evaluado y someterse a auditorías. Si se toma en serio, siempre tiene sentido y puede proteger la inversión y el trabajo que implica, al tiempo que fortalece la marca de la organización.
En resumen, el cumplimiento normativo va más allá de una mera obligación legal; es una herramienta poderosa para proteger la reputación, fortalecer la marca y garantizar el buen gobierno en las organizaciones deportivas. El deporte, como escaparate global, debe liderar con el ejemplo en cuanto a ética y cumplimiento.