Llevo varias semanas pensando motivaciones para seguir practicando y enseñando el deporte que siempre he seguido y para el que me he formado, pero se me hace difícil, fin de semana tras fin de semana, durante el transcurso de los diferentes partidos que observo o tomo parte.
Tengo 38 años y llevo en el fútbol, a nivel amateur y profesional en varios equipos del País Vasco y Cataluña, desde los 10. He tenido la suerte de entrenar a diferentes equipos de fútbol base: desde pre-benjamines a juveniles, durante los últimos 12 años, así como equipos amateur de más o menos nivel. Además, he creado una escuela de fútbol femenino y, en los últimos años, he tenido la fortuna de poder trabajar en diferentes campus y eventos en países como Serbia, Reino Unido, Estados Unidos, Islandia, Suecia o Arabia Saudí.
Mi preocupación es progresiva durante el transcurso de cada temporada cuando observas, palpas y sientes situaciones que te superan… Ya no sólo es el hecho de que en la grada siempre hay tantos entrenadores como aficionados observando un partido o entrenamiento, sino momentos tales como faltas de respeto en partidos de niños de 7-8 años, agresividad por parte de familiares de jugadores, equipos que intentan ganar cueste lo que cueste sin tener en cuenta los sentimientos que puedan provocar con sus comentarios, cuerpos técnicos que hacen mil y una trampas para “beneficiar a su equipo”, padres que te proponen la táctica que debes emplear para combatir al rival (observad por favor la frase: “combatir al rival”, ¿estamos en una guerra?), etc. Mil y una situaciones desagradables que hacen que quiera revelarme contra éstas.
Creo sinceramente que hoy en día se plasma el reflejo de nuestra sociedad en los terrenos de juego. Cuanto menos se cuida la educación, menos educación y valores existen en el terreno de juego, lo que provoca acciones, comentarios y comportamientos grotescos que surgen tanto de adolescentes como de niños que no llegan ni a levantar la pelota.
Podría seguir denunciando muchas otras situaciones que se dan dentro de un club y/o terreno de juego, pero creo que lo más inteligente es proponer soluciones tales como que los clubs cuidasen un poco más desde los educadores que contrata hasta los entornos de cada jugador.
¿Cómo puede ser que para educar a un niño en cualquier medio se necesite tener estudios, y en el fútbol, que es el deporte más practicado, cualquiera pueda ejercer de “entrenador”?
En este ámbito, se me ocurre otra pregunta: ¿cómo puede ser que para educar a un niño en cualquier medio se necesite haber estudiado y tener unos conocimientos, y en el fútbol, que es el deporte más practicado, cualquiera pueda ejercer de “entrenador”?
No se da importancia a quien ponemos a entrenar y educar a nuestros pequeños. Nos da igual. Parece que lo único importante es el resultado que vayamos a conseguir cada domingo y para ello dan igual los actos que se hagan para lograrlo.
Creo que ha llegado el momento de parar y denunciar todos los atropellos que se producen en los diferentes campos de fútbol de toda la península.
Es por ello que propongo educar deportivamente en los valores que deben existir en nuestro deporte, pero no sólo a los deportistas, que al fin y al cabo son los que tienen que ser los verdaderos protagonistas, sino al entorno de ellos: familiares, aficionados, directivos, cuerpos técnicos, etc.
Valores como el compañerismo, el respeto, la educación antes, durante y después de un entrenamiento y partido, etc. Y es que el fútbol posee infinidad de virtudes que luego podemos llevar al día a día en nuestra vida cotidiana.
El fútbol posee infinidad de virtudes que luego podemos trasladar a nuestra vida cotidiana
Para ello es necesario inculcar esos valores desde el primer día que un jugador pisa una instalación deportiva. No sólo a ellos sino a los educadores, directivos, aficionados y familiares, ya que no nos sirve de nada educar a nuestros jugadores si luego cuando salen por la puerta sus familiares los deseducan.
Creo que es responsabilidad de cada entrenador/educador llegar a la mente de cada padre/madre o familiar y hacer que entiendan cómo deben tratar a su pequeño. Discursos como “el resultado da igual”, “lo importante es aprender y mejorar día a día”, no nos valen de nada si después se llega al partido y desde la grada se nos piden imposibles, se nos chilla o se increpa a los jugadores “rivales” (vuelvo a insistir: ¿rivales? ¿estamos en un ring?) o al personaje más odiado en nuestro deporte: el árbitro, sobre quien depositamos toda nuestra ira.
Una parte muy importante del problema son (y lo voy a decir sin tapujos) los padres/madres, que en vez de dedicarse a apoyar a sus pequeños en aquello que les apasiona, muchas veces les amargan la existencia con reproches, malas caras o comportamientos excesivos que vemos cada semana y que no hace falta dar más notoriedad, pero sí denunciarlos como se merecen: papás, mamás, dedicaros a apoyar y respetar a los demás participantes del juego y al juez del mismo.
Ya es hora de que nos tomemos en serio la problemática que cada día se está haciendo más grande y que debemos intentar frenar. Obviamente no se puede hacer en un día, ni en una semana, pero día a día se debe comunicar, expresar todos los valores que nos jactamos del fútbol. Igual así conseguimos una mejor sociedad, ya que desde el deporte se puede intentar mejorar nuestras futuras generaciones.
En otros deportes como el rugby ya existe una tradición que no estaría mal implantar en nuestro deporte desde el fútbol base, se llama “el tercer tiempo” y se trata de un rato que se utiliza para limar asperezas surgidas anteriormente en la competición y que te hace tener más relaciones personales con los equipos “oponentes”, intercambiando metodologías de entrenamiento o, simplemente, impresiones respecto al partido.
O el hecho de que el equipo ganador realice un pasillo de honor al equipo derrotado una vez finaliza el partido aplaudiéndole como hacen en el fútbol base sueco.
Así no menospreciaríamos una ayuda de los llamados profesionales que a diario nos brindan espectáculos dantescos entre jugadores, entrenadores, directivos, prensa… Quizá sería hora de comportarse.
Podría ampliar este artículo con muchas más líneas, pero el mensaje que me gustaría que llegase a todo el que lo lea, es que no nos fijemos en lo tangible, sino que luchemos por mejorar lo intangible. Todo debe ser importante: ganar, empatar, perder… pero sobre todo saber hacerlo. Y lo más importante, crecer como persona a través de lo que nos apasiona: jugar al fútbol.
Y si me permitís, una última pregunta que me gustaría que os planteaseis: ¿qué quiere decir el verbo jugar?
Que cada lector lo defina como desee, pero luego no nos quejemos de que algunos no juegan, sino luchan.
Josu Julián
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