Pese a que la Covid-19 paralizó la actividad de los gimnasios en 2020 y principios de 2021, el apetito inversor no ha desaparecido. Lo demuestran tanto la firma de operaciones corporativas como el hecho de que la industria del fitness puede convertirse en un sector refugio. Aunque el confinamiento haya demostrado que es posible entrenar por libre y en el hogar, la salud es una prioridad y ejercitarse en el gimnasio una garantía de seguridad, defienden sus operadores. En un momento en que los inversores tantean apostar por el sector del fitness, ¿cuánto cuesta abrir un gimnasio en España?
Los fondos de inversión suelen centrar sus apuestas en cadenas de gimnasios que destinan elevadas sumas de dinero en abrir gimnasios. Están las cadenas low cost, con inversiones que superan el millón de euros, y las gestoras de grandes instalaciones, normalmente municipales, con desembolsos que suelen superar los seis millones de euros. Estas cadenas acostumbran a despertar el interés de los fondos, que han visto en el low price la posibilidad de conseguir buenos márgenes y en el concesional la posibilidad de asumir grandes inversiones minimizando riesgos, por la garantía que da operar de la mano de la administración.
Pero, ¿qué ocurre con los gimnasios de barrio, los clubes boutique y de menor superficie? Este es un espacio que suelen ocupar las cadenas que crecen con franquicias y, por lo tanto, con el apoyo de terceros dispuestos a realizar inversiones menos elevadas. Este es el espacio ocupado por operadores como las 24 horas Anytime Fitness o Snap Fitness, los estudios de entrenamiento especializado como Brooklyn Fitboxing, Distrito Estudio o YogaOne, y la marca CrossFit, que opera con asociados, en lugar de con franquiciados.
Un box de CrossFit requiere un pago anual de 3.000 dólares al año y un desembolso en obra y equipo que oscila entre 75.000 euros y 250.000 euros, en función de las dimensiones y la ubicación del local, que suele contar con entre los 200 metros y 1.000 metros cuadrados. A diferencia de las marcas que crecen con franquicia, los propietarios de los boxes no pagan un royalty para cubrir los gastos de asesoramiento de la central.
Este es el modelo más común. Cadenas como Anytime Fitness, Brooklyn Fitboxing, Fightland o Sano Center cobran un fee mensual y, a cambio, ofrecen formación, asesoramiento en la búsqueda y adecuación del local, ofrecen un software de gestión y acompañamiento a los franquiciados para que operen y respeten en modelo de club que define la central.
Otras cadenas, como Infinit Fitness, coparticipan como inversores mayoritarios o minoritarios en clubes franquiciados. En palabras de Marcos Baroja, fundador y director general de la cadena, “nuestro factor diferencial es nuestra gran cercanía al franquiciado y gran flexibilidad de la involucración de la central franquiciadora, desde un modelo puro de franquicia en el que el franquiciado asume el 100% de la gestión y de la inversión, hasta un modelo híbrido en que tanto la gestión como el riesgo de la gestión son compartidos por la central franquiciadora”.
“Les pedimos que se dejen guiar para poder rentabilizar la inversión en el tiempo que garantizamos, por eso ofrecemos información”, explica César Barbosa, cofundador y director general de Fightland. El directivo reconoce que hay franquiciados interesados en incorporar deportes que se alejan del boxeo, área de especializada de la cadena. “Queremos asegurarnos de que, lo que ofrecemos, lo hacemos mejor que nadie; incorporar cycling sería ofrecer algo que no conocemos”, apunta.
Con este modelo de club de boxeo sin contacto, controlando su expansión, la cadena fundada en 2014 ha ido ampliando su red hasta nueve, y aumentando su canon de entrada de 18.000 euros a 25.000 euros. La empresa cobra el royalty estándar del sector del fitness, que consiste en un 7% mensual sobre las ventas, de los cuales 6% van a parar a la franquiciadora y el 1% cubre las campañas de marketing y publicidad que realiza la central. Es el mismo fee que piden cadenas como Brooklyn Fitboxing, Trib3 o Reburn, mientras que la del universo DiR (YogaOne y Jambox) piden un 6% y un euro por socio por la publicidad.
Distrito Estudio cobra un 8% de fee y un 1% por publicidad, pero el royalty aumenta cuando los inversores deciden delegar toda la gestión diaria en la central. “Es una opción que se ofrece a los socios que no quieren involucrarse en el día a día, aunque la alianza es muy proactiva por ambas partes”, asegura el director de expansión y accionista de la cadena, David Estévanez.
Este modelo permite invertir a un franquiciado sin experiencia en el sector y, siguiendo las pautas que dicta la central, hacer negocio realizando inversiones controladas, pero no siempre es fácil que la relación con la franquiciadora sea satisfactoria para las partes. Prueba de ello ha sido la salida de franquiciados de Anytime Fitness, inmersa en una batalla judicial, Snap Fitness o Fitness 19 en 2018. Algunos inversores, una vez obtenido el know how, optan por operar por separado o uniéndose con otros exfranquiciados para crear una nueva marca.
De ahí que cadenas como Anytime Fitness hayan fortalecido su estructura para acompañar al inversor y fidelizarlo a base de rentabilizar su inversión. Para alcanzar el breakeven, la cifra de abonados oscila entre 100 y 300, dependiente del desembolso inicial y el ticket medio. Mientras que Brooklyn Fitboxing necesita 180 socios, Orangetheory Fitness precisa 300 inscritos para alcanzar el punto de equilibrio por los 200 requeridos por Reburn.
Un gimnasio low cost exige al menos un millón de inversión; una franquicia no suele superar los 500.000 euros
El canon de entrada es más elevado conforme más conocida es la marca. De ahí que Anytime, una de las mayores cadenas de gimnasios del mundo por volumen de centros, cobre 35.200 euros y la inversión total oscile entre 400.000 euros y 700.000 euros, mientras que Fit Jeff, que nació en 2020 y opera en espacios diáfanos sin equipamiento, pide 12.000 euros, con una inversión total de 50.000 euros, de los cuales 700 euros corresponden a equipamiento.
Distrito Estudio cobra 35.000 euros de canon de entrada y 2.800 euros año para pagar la licencia CrossFit, pero la inversión en adecuación del local suele elevarse a 250.000 euros, por los entre 300.000 euros y 450.000 euros que cuesta abrir un Orangetheory Fitness. Reburn, que también opera boutiques de Hiit, crece con inversiones más reducidas, de entre 270.000 euros y 370.000 euros, en función de la ubicación y el canon de entrada es de 24.000 euros, por los 35.000 euros que pide la estadounidense Orangetheory Fitness.
YogaOne y Jambox piden 17.500 euros de canon pero, a diferencia de otras cadenas, el contrato tiene una duración de 12 años, ligeramente superior a la media del sector. De hecho, lo habitual spon contratos por 10 años como hacen Fighland, Distrito Estudio, Orangetheory, Reburn o Trib3. Anytime Fitness pide un mínimo de 11 años prorrogables, un umbral que se sitúa en 5 años, también prorrogables, para Sano Center, Fit Jeff o Brooklyn Fitboxing.
Los plazos para amortizar la inversión rondan los dos años en la mayoría de los casos, aunque en Sano Center, que apuesta por inversiones muy reducidas con un ticket medio mensual de entre 55 euros y 85 euros por socio, el periodo de amortización puede caer hasta los 18 meses. En el caso de Distrito Estudio asciende a tres años y medio.
Ante el avance del fitness home y las plataformas de entrenamiento digital, que permiten ejercitarse en cualquier lugar, las barreras del gimnasio se han derribado y las start up de fitness conectado han captado el interés de los fondos de inversión. Sin embargo, lo expertos aseguran que los centros deportivos continuarán captando el interés de los inversores, especialmente en un momento en que la salud ha escalado posiciones en el ranking de prioridades de la sociedad.
Así lo indica un estudio elaborado por Deloitte sobre una encuesta realizada a 11.250 personas de veinte países europeos, que apunta a que el 34% de los europeos prevé darse de alta en un gimnasio tras la pandemia. Antes de la Covid-19, el 33% de los consultados estaba inscrito en un club. Además, el 25% que se ejercitaba online antes de la crisis sanitaria, un porcentaje que cae al 24% tras la pandemia, según el comportamiento del consumidor esperado. Son cifras que apuntan a un mayor interés por recuperar la normalidad y entrenar de manera presencial, aprovechando aquello que una pantalla no aporta: la socialización y el contacto humano tras meses de aislamiento.