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Superliga europea: 9.000 millones por TV que difícilmente aguantan un ‘powerpoint’

Los expertos audiovisuales consideran que es irreal pensar en una revalorización de derechos tan fuerte por un modelo cerrado si no es en detrimento de otras ligas, pues cuestionan su capacidad real para generar suscriptores en un mercado ya muy saturado.

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Marc Menchén / Jabier Izquierdo

Los fondos de inversión viven de apostar a futuro por el crecimiento de un proyecto. Y claramente todos han visto que el fútbol de alto nivel tiene potencial. Eso sí, de los planes que surgen periódicamente, cualquier éxito está supeditado a una competición cerrada con los grandes clubes. A cambio, las cifras que surgen son astronómicas y muy alejadas de lo que hoy mueve el mercado. Hoy los torneos de clubes de la Uefa generan 3.250 millones de euros brutos, una cifra que los ideólogos de la mayor revolución de la pirámide competitiva aseguran que puede doblarse. ¿Es realista pensar que es posible?

El gran argumento para pensar en un crecimiento exponencial de los ingresos con un formato blindado es asegurar que cada jornada se disputarían partidos de impacto internacional, desde un FC Barcelona-Liverpool FC a un Real Madrid-Bayern de Múnich, con un PSG-Manchester City de propina. A eso, según desveló Sky Sports, el banco de inversión JP Morgan está dispuesto a apostar 6.000 millones de dólares (5.123 millones de euros).

Sin embargo, este optimismo choca con la realidad de los datos que actualmente mueve el mercado audiovisual en los grandes territorios continentales, que es donde se genera el grueso del negocio, y fía cualquier margen de crecimiento a tres cuestiones: lanzar una opa sobre el fin de semana, reducir equipos en las ligas nacionales para aligerar el calendario y buscar una plusvalía sin precedentes en regiones como Asia-Pacífico y Norteamérica.

“Es un proyecto muy minoritario y sin profundidad, ni económica ni social; un claro desconocimiento de lo que es la política, la cultura y la economía del fútbol, y sus derechos audiovisuales”, criticó rápidamente el presidente de LaLiga, Javier Tebas. Era la primera reacción a la oficialización de la existencia de este proyecto a espaldas de la Uefa, después de que Josep Maria Bartomeu anunciara la adhesión del FC Barcelona en su comparecencia para dimitir como presidente. Todos quieren defender su parte del pastel, pero sobre todo un modelo aguas abajo en el que la élite financia parcialmente el desarrollo del resto.

Ahí es donde reside el debate y hay disparidad de opiniones, si bien los intermediarios de derechos de televisión se decantan por poner en cuarentena los planes de powerpoint que prometen ElDorado. “Ni las audiencias ni el agregado de lo que hoy pagan los operadores por ligas internacionales justifican una revalorización tan bestia de los derechos, mucho menos si presuponemos que la Uefa mantendría sus torneos de clubes y las ligas nacionales defenderían el fin de semana”, sostiene un bróker de derechos.

En 2018-2019, la comercialización de Champions, Europa League y Supercopa de Europa generó 3.250 millones de euros, pero sólo 2.550 millones se repartieron entre los equipos

Cojamos el ejemplo de España. Telefónica es el principal player del negocio, y su política ha sido muy clara en las últimas renegociaciones de derechos deportivos: “El precio debe ser razonable y de mercado a partir del retorno que genera”, explicaba Juan Andrés García Ropero, director de deportes de Movistar+, en una entrevista con 2Playbook.

El dueño de Movistar+ invierte 1.450 millones de euros al año en estos contenidos, de los que 1.015 millones de euros se los lleva LaLiga con sus dos competiciones. Ahí hubo plusvalía en 2018 para LaLiga, pero contención para Telefónica porque lograba eliminar la figura intermedia de Mediapro tras lograr hacerse con la exclusiva de todos los lotes. No obstante, este año ya dejó claro que no todo va a ir al alza, y el recorte se ha cebado con los torneos internacionales, que no tienen tanta capacidad de generación de suscripciones en todo un territorio.

La Uefa renovó su contrato hasta 2024 con Telefónica por 325 millones de euros anuales, con un recorte del 15% respecto al pecio que pagaba ahora, y la Fórmula 1 ha asumido un recorte del 25%. “Hemos revertido una tendencia de muchos años de inflación, y ahora podemos demostrar que hemos logrado la deflación del precio en tres de los principales derechos de contenido deportivo de los que disfrutamos”, defendió el pasado jueves el consejero delegado de Telefónica, Ángel Vilá, en un encuentro con analistas.

Y es un freno que la confederación ha tenido que asumir en otros mercados maduros futbolísticamente, como en Reino Unido, donde BT Sport sólo aceptó subir de 394 millones a 400 millones de libras (de 436 millones a 443 millones de euros) el precio de la factura anual del ciclo 2021-2024. Por el contrario, sí hubo una revalorización del 50% en Estados Unidos (150 millones de dólares) y del 19% en Francia (375 millones de euros).

El problema, apuntan los expertos, es que el verdadero driver de altas a las plataformas de televisión es la capilaridad geográfica que tienen las ligas nacionales. En el entorno de LaLiga defienden que para ganar suscriptores en Zaragoza o Sevilla, por citar dos grandes ciudades, necesitas un producto en el que sus equipos sean protagonistas. Y es algo que los expertos audiovisuales corroboran: “En Movistar+ tenían más audiencia los partidos de Segunda que cualquiera de la Premier League salvo contadas excepciones”, recuerdan.

Muestra de ello son los precios que están dispuestos a pagar los operadores por las ligas internacionales. Movistar+ apenas paga cinco millones de euros por Bundesliga y Serie A, respectivamente, mientras que por la Ligue-1 abona sólo dos millones, según estimaciones del sector. En su día tuvo la Premier League por unos ocho millones, pero Dazn puso sobre la mesa 20 millones que la teleco no quiso igualar por falta de rentabilidad.

El interrogante, y es lo que de momento aguantan los powerpoints que mueven los fondos, es cómo impactaría un torneo de estas características a cómo las televisiones reparten sus presupuestos para la compra de derechos, porque una cosa tienen todos clara: no hay más dinero y lo que pudiera captar la nueva Superliga iría en detrimento de los productos existentes. Y nadie contempla que la Champions vaya a desaparecer por la marcha de 18 equipos, por muy principales que sean, igual que la Fiba tiene su torneo con el que intentar hacer sombra a la Euroliga.

“El día que rasquen y profundicen se darán cuenta de que no es bueno para ellos ni para el ecosistema del fútbol mundial lo que están planteando”, criticaba Tebas la semana pasada. “Los principios de solidaridad, ascenso, descenso y ligas abiertas no son negociables. Es lo que hace que el fútbol europeo funcione y la Champions League sea la mejor competición deportiva del mundo”, se defendía Aleksander Čeferin, presidente de la Uefa.

El dirigente se refiere al hecho de que parte del dinero que se recauda por los torneos de clubes va destinado a invertir en el resto del sistema europeo. En 2018-2019, la última temporada con datos disponibles, la comercialización de Champions, Europa League y Supercopa de Europa generó 3.250 millones de euros, pero sólo 2.550 millones se repartieron entre los equipos. Del resto, 295 millones se reservaron para cubrir los costes de organización, pero 407,5 millones fueron a los pagos de solidaridad, que previsiblemente dejarían de producirse bajo el nuevo escenario. Ahí es donde ya habría cierto margen para mejorar lo que recibe cada club, que supera los 85 millones en el caso de los grandes.

La máxima competición continental ya ha logrado ganar cuota de mercado dentro del panorama futbolístico, pues el valor de sus derechos de televisión ha pasado de 1.165,8 millones en 2011-2012 a 2.853,4 millones de euros en 2018-2019. De media, la revalorización en cada ciclo inyectó 600 millones de euros más por temporada, unos niveles de crecimiento que no se podrán mantener para 2021-2024 y que, en adelante, sólo se antoja posible con la revolución planteada por algunos clubes y copando el fin de semana, algo que lleva al choque.

La posesión de las franjas del sábado y el domingo son la clave de todo este negocio, y de hecho es lo que hoy impide a la Uefa sacar mucho más partido a sus competiciones. Aun así, la Champions es el segundo torneo de clubes que más dinero generó en 2018 con la televisión, ya que sus 2.853,4 millones de euros le dejaron a sólo 10 millones de la Premier, según datos recogidos en el estudio The European Club Footballing Landscape, que elabora el regulador europeo y que en su última edición recoge datos de 2017-2018.

Las ligas nacionales recaudaron un total de 7.900 millones de euros, importe que hoy podría estar ya rozando los 9.000 millones si se atiende a los nuevos ciclos que se iniciaron a partir de 2019

Ese año, las ligas nacionales recaudaron un total de 7.900 millones de euros, importe que hoy podría estar ya rozando los 9.000 millones si se atiende a los nuevos ciclos que se iniciaron a partir de 2019. Por ejemplo, LaLiga ya supera los 2.000 millones por año, frente a los 1.332 millones que recoge el informe, y la Ligue-1 ha logrado doblar sus ingresos, hasta más de 1.200 millones, pero Bundesliga y Serie A se han quedado estancados en torno a 1.100 millones.

A partir de aquí, y salvo las excepciones de Turquía (317 millones) y Portugal (143 millones de euros), todas las competiciones domésticas recaudan menos de 100 millones al año por sus retransmisiones, y la irrupción de una teórica Superliga sólo podría ir en detrimento de esas cifras. Nada que importe a los grandes clubes como Real Madrid o FC Barcelona, dos de los que más han empujado en los últimos meses por reanimar un proyecto que periódicamente entra y sale de los foros de discusiones. Porque, al final, significará más ingresos y mayor capacidad para invertir.

 

La génesis de la Superliga europea

Desde hace 14 años dedicamos un par días al año a responder sobre este tema. Seguiremos el año que viene…”, respondía con sorna la semana pasada Tebas en la presentación del proyecto Forever Green. Esta ambición de generar mayores recursos económicos fuera del país a costa de debilitar la competición local no es novedad. La propia Champions League es un claro ejemplo. No nació del seno de la Uefa, sino del de una redacción. El mítico L’Équipe fue quien lanzó allá por 1955 la idea de crear una competición europea que, en su caso, sirviera “para poder vender más diarios entre semana”. Lo reconocería años después uno de sus promotores, el periodista del diario deportivo francés, Jaques Ferran.

Su compañero Gabriel Hanot fue el que puso la primera piedra, al responder a un periodista inglés que declaró que el Wolverhampton era el mejor equipo de Europa en su calidad de campeón inglés. “Para saber quién es el campeón de Europa, antes habrá́ que crear una competición europea de clubes”, escribió Hanot, y desde ahí hasta hoy. Entonces tomaron conciencia los grandes clubes de que estaban más que capacitados para organizar torneos propios sin necesidad de un regulador (Uefa). Desde entonces, los grandes del continente han utilizado a su favor esta condición para lograr la aprobación de sus peticiones por parte del ente federativo.

En el 65 aniversario de la Copa de Europa, las aguas vuelven a bajar revueltas en la mejor competición de clubes de fútbol del mundo. Ferran, que falleció el pasado año, no entendía en 2015 las críticas de algunos clubes al formato actual. Así lo aseguró en una entrevista a Panenka: “Con la Champions han cambiado bastantes cosas. La Uefa ha sabido entender el potencial económico del torneo. El hecho de que las principales ligas pasaran a incorporar tres o cuatro equipos en lugar de sólo el campeón fue una decisión acertada, pero impuesta por los clubes. De lo contrario, hoy habría un torneo privado parecido a la Euroliga de básquet”.

El avisto de Agnelli sobre el futuro: “Sólo se encargan de recolectar derechos para venderlos, pero son nuestros”

Esa frase final del plumilla francés pareció premonitoria, pues la Euroliga es un espejo en el que se miran los dirigentes del fútbol que apuestan por la creación de una competición cerrada. La propiedad de la gestora del baloncesto europeo de clubes se la reparten once de los equipos más importantes del continente: Real Madrid, FC Barcelona, TD Systems Baskonia, Anadolu Efes Istanbul, CSKA Moscú, AX Armani Exchange Milán, Fenerbahce Beko Istanbul, Maccabi FOX Tel Aviv, Olympiacos Piraeus, Panathinaikos OPAP Athens y Zalgiris Kaunas. Nadie más que ellos marcan la hoja de ruta al igual que las franquicias lo hacen con la NBA, aunque con una diferencia importante: deben lidiar a nivel regulatorio con la Fiba y con las ligas nacionales, totalmente opuestas a que sus respectivos torneos no den acceso a la máxima competición continental.

El escenario es muy parejo al que se plantea hoy en el fútbol europeo, con la salvedad de que las ligas domésticas de los grandes clubes europeos tienen un impacto económico y social mucho mayor que las de sus homólogos en el baloncesto. En el aspecto puramente deportivo, la Superliga replicaría el modelo de la Euroliga, con partidos a ida y vuelta entre un máximo de 18 participantes y una fase final en una sede única para decidir el campeón entre los ocho mejores, según As.

Andrea Agnelli, presidente de la Juventus y de la patronal de los clubes europeos (ECA), puso sobre aviso -públicamente- a la industria cuando el 24 de septiembre de 2019, dijo lo siguiente sobre los clubes que no se sientan en la mesa de los gigantes del fútbol en cuando a sus cifras de negocio: “Sólo se encargan de recolectar derechos para venderlos, pero son nuestros”.  

Aquella frase, pronunciada curiosamente en Madrid, en el marco del World Football Summit (WFS), encendió algunas alarmas. Sin embargo, sólo tres meses después, desde Múnich, otro peso pesado del fútbol europeo, rebajó las expectativas de algunos. “El Bayern no está para nada interesados en una Superliga europea”, aseguró el presidente del consejo del club bávaro, Herbert Hainer.

Estas palabras han sido actualizadas por la estrella bávara y presidente ejecutivo del Bayern, Karl-Heinz Rummenigge, en plena pandemia: “No existirá una Superliga en los próximos diez años”. Rotundo, como en él es habitual, el dirigente emplazó a los promotores de la futura competición a “afrontar este tipo de temas cuando hayamos superado la crisis”.

“Esta idea perseguía un sólo objetivo, el de ganar más dinero“, recordó en marzo, que en el momento de mayor complicación hasta la fecha de la pandemia, reflexionó sobre el futuro: “Quizá la crisis provoque que nosotros, como clubes, ya no sigamos persiguiendo el dinero con tanto ímpetu”. Palabra de Franz.

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