El US Open sobrevive a su edición más complicada. La irrupción del Covid-19 ha tenido graves consecuencias para el Grand Slam americano, pero menos de las que podría haber acarreado la anulación del evento tenístico. Su organizador, la USTA –la asociación de tenis de los Estados Unidos–, reconoce una caída del 50% en los ingresos, pero apunta a que el torneo de este año, finalizado este pasado fin de semana, cerrará con beneficios, según Sportico.
El descenso en la facturación será de, como mínimo, 150 millones de dólares (126 millones de euros) a causa de los nulos ingresos por venta de entradas, principalmente. Este es el precio a pagar por jugar a puerta cerrada en el tenis, cuyos grandes torneos dependen, más que otras disciplinas, de la asistencia de público durante las dos semanas de competición, como es el caso del US Open. Además de la facturación por la venta de entradas, se ha perdido el negocio asociado a hospitality y la oferta de restauración en el recinto deportivo.
Los ingresos operativos netos también sufrieron una notable caída, de hasta el 80%. El consejero delegado de USTA, Michael Dowse, explica que en la asociación se hicieron tres preguntas antes de dar luz verde a la organización del US Open 2020: ¿Se puede llevar a cabo de forma segura? ¿Es bueno para el deporte? ¿Tiene sentido financiero? Pasado el torneo, el dirigente cree que la respuesta sigue siendo “sí”, y preguntado por el aspecto económico, Dowse asegura que el torneo “ha cumplido con todos nuestros presupuestos y objetivos reajustados”.
Según las últimas cifras publicadas por USTA, relativas a 2018, el US Open obtuvo en aquella edición ingresos por valor de casi 300 millones de dólares (253 millones de euros). Como decíamos, la mitad de la facturación, aproximadamente, proviene de la venta de entradas, y el restante de su lista de patrocinadores en la que destacan American Express, Chase, J.P. Morgan y la aerolínea Emirates, así como su media partner ESPN.
El share televisivo de este último US Open tampoco fue positivo. No obstante, el torneo tenístico rivalizó en el país norteamericano con la fase final de dos grandes ligas, la NBA y la NHL, que desvió la mirada del telespectador del Billie Jean King National Tennis Center de Nueva York, el complejo que acoge cada año el Grand Slam. Así, la final femenina, a pesar de disputarla una estrella mundial como Naomi Osaka, sufrió una caída de audiencia del 42%, y peor le fue a la final masculina, vista por un 46% menos de personas que el pasado año.