Era un secreto a voces: el fútbol francés, al menos en lo que respecta a sus principales clubes, no es sostenible. Y la pandemia sólo ha empeorado la posible hoja de ruta que tuvieran sus accionistas para alcanzar la rentabilidad. Los equipos de la Ligue-1 y la Ligue-2 cerraron 2019-2020 con unas pérdidas récord de 269 millones de euros, un 68% más que en el ejercicio anterior, según se deprende de los estados financieros de cada uno de ellos, a los que ha accedido 2Playbook.
Nunca antes se había registrado un agujero económico de tal magnitud, si bien ya son cuatro años consecutivos en números rojos. De hecho, sólo ha habido una temporada con beneficios en la última década del balompié galo, la 2015-2016, pero el periodo arroja un saldo negativo de 1.075 millones de euros, según la información del último año y la recopilada cada ejercicio por la Dirección Nacional de Control de Gestión (Dcng), el equivalente al departamento de control económico de LaLiga.
Los datos disponibles muestran una mayor sostenibilidad en la Ligue-2, donde las plusvalías por traspasos y la contención del gasto permitió que 15 de sus 20 participantes presentara números negros. Es más, la categoría cerró con un saldo positivo de 554.000 euros, nada desdeñable si se compara con el desfase de 33,4 millones de 2018-2019.
Ante esta situación, que reflejaba un modelo dependiente del mercado de traspasos, la gestora del fútbol profesional y la Federación Francesa de Fútbol (FFF) acordaron endurecer el control sobre la categoría a finales de 2019. Las medidas se han probado útiles, pues el problema se focaliza en tres equipos (RC Lens, París FC y AS Nancy) que ya venían perdiendo dinero en 2018-2019.
Es una focalización que la LFP también pone en el caso de la Ligue-1, donde desde hace más de un año insiste en que las pérdidas son atribuibles a equipos muy concretos con inversores dispuestos a asumirlas. Y todos ellos son los que optan a tener un papel relevante en competiciones europeas, como se desprende de los estados financieros, con alguna sorprendente excepción.
El récord de números rojos es para el Paris Saint-Germain (PSG), que perdió 124,2 millones de euros pese a mantener el apoyo de Qatar como patrocinador principal a través de distintas compañías. El club facturó 559,85 millones de euros, un 15% menos que en el ejercicio anterior, mientras que las plusvalías por traspasos pasaron de 75 millones a 50,4 millones de euros.
El cierre de los estadios provocó la pérdida de 12 millones en ingresos, pero lo cierto es que su retroceso guarda más relación con la persecución de la Uefa al valor de sus patrocinios que a la pandemia en sí. El negocio comercial de los parisinos pasó de 195 millones a 286,5 millones de euros, pero la partida de otros ingresos donde tradicionalmente se incluía el acuerdo turístico con Qatar bajó de 256,6 millones a 103,8 millones de euros.
Ahí está el grueso del roto, que en ningún caso supuso renunciar a pagar los salarios prometidos ni exigir rebajas. El PSG pagó nóminas por 414,4 millones de euros, un 11,7% más que en 2018-2019, mientras que las amortizaciones asociadas a fichajes subieron un 15,6%, hasta 142,1 millones. Los pagos a agentes e intermediarios crecieron en un millón, hasta 26,9 millones, y la previsión de que apenas se pudiera pasar la tijera a estas partidas, unido a una caída mayor de ingresos, es la que llevó a la dirección a prever unas pérdidas de 204 millones de euros.
Ahora, bien, el roto del PSG es el mayor porque el AS Mónaco pudo tirar también de su propietario para cuadrar el ejercicio. El magnate ruso Dmitry Rybolovle mantenía préstamos al club por 303,45 millones de euros al cierre de 2018-2019, que un año más tarde se rebajaron a 134,93 millones de euros. Esta diferencia prácticamente cuadra con un ingreso extraordinario de 162,2 millones de euros que permitió cerrar el curso en break even.
El Olympique de Marsella es el otro dolor de cabeza para los gestores de la LFP, que en las dos últimas temporadas ha perdido entre 91 millones y 97 millones de euros, para un déficit total de 310,3 millones de euros desde que el multimillonario estadounidense Frank McCourt tomó las riendas en 2016. Tras los fallidos experimentos de sus primeros cuatro años, a principios de 2021 fichó al español Pablo Longoria para abrir “un nuevo capítulo” que pone el foco en el “reclutamiento de talentos”.
El Olympique de Lyon, probablemente el club con un modelo de gestión más claro, entró en pérdidas por la caída de ingresos, con 36,5 millones. Es un importe similar al que se dejó el Girondins de Burdeos, que a finales de junio pasó a manos del hispano-luxemburgués Gerard López tras la espantada de la firma de inversión King Street ante la débil situación del fútbol francés. El empresario ha aterrizado en la ciudad tras la venta del vigente campeón, el OSC Lille, acuciado por las deudas pese a que logró anotarse el beneficio neto más alto de la Ligue-1 en 2019-2020, con 22,25 millones de euros.
Las perspectivas en todos los casos son del todo menos optimistas para el cierre de 2020-2021, pues el fútbol francés es el más dependiente de las grandes ligas a la venta de futbolistas. Y a eso se le suma la nefasta gestión de la renegociación del precio de sus derechos audiovisuales en Francia, que se saldó con la rescisión anticipada de Mediapro y una fuerte devaluación forzada por Canal+ pese a la irrupción en escena de Amazon para los próximos tres años.
En la comparativa con el resto de grandes mercados futbolísticos, lo cierto es que la LFP estaría en el podio de los que menos han perdido. Tan solo obtuvieron un resultado menos negativo la Bundesliga, que en 2019-2020 acumuló pérdidas de 213,4 millones de euros, y LaLiga, que en términos contables perdió 19,9 millones y que habría ganado 77 millones de haber podido contabilizar los ingresos por televisión y patrocinio que se produjeron en julio. En otra esfera quedan la Serie A, con un agujero de más de 700 millones, y la Premier League, cuyos equipos perdieron más de 1.000 millones de euros en el primer curso impactado por la pandemia.