Florentino Pérez no ha sido tan explícito como lo fue Josep Maria Bartomeu, pero hoy se ha expresado en términos similares. Sin mencionar en ningún momento la Superliga europea, el presidente del Real Madrid sí ha defendido antes los socios que “el fútbol necesita nuevas fórmulas que lo hagan más atractivo y emocionante”.
“La pandemia lo ha cambiado todo. Nos ha hecho a todos más vulnerables y también al fútbol, que necesita nuevas fórmulas que lo hagan más competitivo, emocionante y fuerte”, ha insistido, y ahí sí ha dado pistas de por dónde van sus planteamientos. “Todo el mundo aboga por la reforma del modelo competitivo”, ha dicho, recordando que ya fueron un actor clave junto a L’Equipe en la creación de la Copa de Europa. No se ha pronunciado sobre cuál es su propuesta.
El gran debate en torno a la Superliga europea son dos: uno, el coste que tendrá para las ligas nacionales en términos de valor económico y de atractivo, pues se plantea un formato cerrado; dos, cuánto dinero por solidaridad perderán los clubes pequeños y medianos, que son claves en la generación de talento que nutre a los grandes equipos.
En este punto, Pérez ha sostenido que se decanta por “un cambio que debemos afrontar sobre la base de la solidaridad”.
Hoy los torneos de clubes de la Uefa generan 3.250 millones de euros brutos, una cifra que los ideólogos de la mayor revolución de la pirámide competitiva aseguran que puede doblarse. ¿Es realista pensar que es posible?
El gran argumento para pensar en un crecimiento exponencial de los ingresos con un formato blindado es asegurar que cada jornada se disputarían partidos de impacto internacional, desde un FC Barcelona-Liverpool FC a un Real Madrid-Bayern de Múnich, con un PSG-Manchester City de propina. A eso, según desveló Sky Sports, el banco de inversión JP Morgan está dispuesto a apostar 6.000 millones de dólares (5.123 millones de euros).
Sin embargo, este optimismo choca con la realidad de los datos que actualmente mueve el mercado audiovisual en los grandes territorios continentales, que es donde se genera el grueso del negocio, y fía cualquier margen de crecimiento a tres cuestiones: lanzar una opa sobre el fin de semana, reducir equipos en las ligas nacionales para aligerar el calendario y buscar una plusvalía sin precedentes en regiones como Asia-Pacífico y Norteamérica.
Pérez ha dejado claro que la reforma no pasa por introducir más partidos y torneos, sino al contrario. En su opinión, se ha producido “una saturación del calendario” que incluso provoca que haya “dificultades para identificar” las competiciones de clubes cuando se están disputando. “Los grandes clubes europeos tenemos miles de millones de seguidores repartidos por todo el mundo”, ha argumentado. Y es por ellos, dice, que defienden ese cambio.